Soy mujer, nací en Rianxo, un pueblo apodado el
paraíso. Nos conocemos todos, aunque sea de vista y, como todos, tenemos de
todo en casa, a pesar de que metemos la pata juzgando a esta o a aquella porque
se divorció o porque casada, aun toma un café con su compañero de trabajo. “Alguna
va muy escotada...¡algo va buscando!”(pensamos) y cargamos con estas malas
lenguas, que pueden dañar de verdad.
Pero tengo la suerte de responder a las ofensas, de
desabrocharme un par de botones más cuando me miran como si estuviese en el
mercado, porque al ser gallega prima lo de: “¿quieres caldo? …¡Dúas cuncas!”.
Ah, ¿pero si en vez de rianxeira, mi madre me pariera en Afganistán? No podría
hablar más que cuando se me ordenase, y siempre en susurro. No podría vestir a
mi gusto, porque el negro como luto cerraría todo mi cuerpo, ni los pies podría
desnudar para pasear por la orilla de Tanxíl, porque sería incitar al
libidinoso que me estuviese mirando. Me pegarían, me vejarían, sería esclava
desde la cuna al ataúd. Viviria muerta y pariría esclavos o inhumanos.
Mi problema no sería la vecina mal pensada que me
mira de reojo desde la ventana, cuando me despido de un amigo en la puerta de
mi casa. Mi problema será mi sexo, condenada a ser anulada sin derechos en
pleno siglo XXI. Los de mi país, creyentes de la razón, el resto del mundo,
mirando para otro lado y todo por la gracia o desgracia del punto del planeta donde
el Todopoderoso decidiera que mis ojos se abriesen a la vida.
Hablamos del holocausto nazi, vemos documentales
que nos explican la clase de almas negras que pueden dominar pueblos y
extinguirlos… ¡No quiero ver en un par de años lo que hacen con el sexo débil!,
¡porque sí!, ¡allí no sólo es débil, es un cero a la izquierda!,¡ no quiero ver
en el telediario como pasan de refilón por ese país y abandonar los derechos
humanos, porque no es nuestra guerra!. No lo es, porque no luchamos por
petróleo, lo haríamos por esas mujeres, esas damas condenadas a la muerte
silenciosa, mientras nosotras, las que nacimos en otros puntos del planeta sólo
vamos a escribir un comentario en nuestras redes sociales y pasamos página. ¿Qué
pasaría si todas nosotras, desde la más humilde a la que tenga el poder de la voz hable por todas, y todas a una, nos
uniésemos para liberarlas? ¿Y si somos nosotras las que vamos a la guerra por
ellas? Médicas, ingenieras, científicas, maestras, cantantes que arrastran
masas, si todas desde el ama de casa, la jubilada a la más poderosa, nos damos
voz y les callamos a ellos, a esos descerebrados que quieren matarlas. ¿Por qué
no demostramos por una vez que no hace falta un gobierno ni diplomacia, ni
guerras, ni sangre?
Sólo necesitamos que tú y yo y la otra queramos
salvarlas a ellas, como lo haríamos por nuestras hermanas, hijas o madres.
Escribamos un antes y un después en el libro de la historia: El día que las
mujeres hablaron sin miedo y usaron el corazón para ayudar a las damas de
Afganistán. Podemos por humanidad, debemos por derecho genital.
Mano Figueira,
Septiembre, 2021