miércoles, 24 de agosto de 2022

¡OH, SEÑOR!

  ¡Oh Señor! ¿Te la llevas tú o te la mando yo? 

Esta mujer va a conseguir que pierda mis alas como hace con mis estribos y es que va-mos a ver: ¿de entre tantas y cientos tenías que encomendarme a mí a la más terca? 

De niña pase, porque quedaba mucho que andar, pero cincuenta y tres años tiene ya la criaturita y el orgullo la endereza por cada embestida, no se viene atrás cuando aparecen los problemas y eso de ir siempre de frente, no es que le aporte un mayor número de amigos que digamos. 

Su obstinación me fatiga, su depresión me acongoja, su sarcasmo me divierte tanto como me asusta, pero sus sueños, ¡oh, Señor! ¿cómo lidiar con sus metas si no descansamos hasta que las sabe suyas? 

¿No podrías poner a su guardia a un novato ilusionado? Es que a mí me flaquean las piernas y mi corazón se angustia en sus idas y venidas. Temo por mi cordura, temo por mi salud mental y hasta temo preferir bajar a los infiernos que ser su sombra un día más.

Mano Figueira




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