Cuando el dolor se hace inmenso,
no hay consuelo en las palabras,
sobrevuela la alegría después del amargo llanto
en el cuerpo extenuado.
Si la mente confundiera la vida con el placer
y no sufriera en el claustro
que es nuestro padecer, si nuestros ojos tornaran
alas para volar, nos llevarían bien alto
donde nada alcanzara.
¡Qué bellos se ven los prados!,
qué calidez la del mar!, todo se aprecia distinto
fuera de mi llorar.
Las raíces atrapan la tierra y fuertes troncos
elevan su grandeza
y no sufren los lamentos del tiempo sobre mi
cuerpo.
Quiero convertirme en polvo que me arrastre con el
viento,
volando sobre los mares riendo sobre los montes.
M. Dolores
Ríal,2022
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