Cada verano pemanecíamos en Cobas desde
principios de julio hasta finales de
septiembre mi madre, mi hermana y yo. Mi padre trabajaba en Ferrol. Tomaba sus vacaciones en esta época y cuando las teminaba venía
cada fin de semana en
bicicleta con el portabultos cargado de provisiones.
En este tiempo, siempre coincidían los
militares para hacer ejercicios de tiro. Nos percatábamos porque el día
anterior llegaban varios vehículos remolcando carros con ametralladoras y
pequeños cañones. Colocaban una bandera roja en la torreta que aún existe en la
colina de Cato d’Agia (o Cotodagia) y, al mismo tiempo, se divulgaba en el bar
de Rogelio (¿precursor de Centro Social?), para que los vecinos nos abstuviéramos
de ir durante ese tiempo por aquel zona.
Se
establecían en Marmadeiro y el tiro abarcaba desde un blanco flotante situado a
la altura del pequeño islote que llamaban "O Ñoco", frente al Porto,
cerca da la cetárea, hasta la zona de Cardido. Era tanta la munición que
empleaban que gran cantidad de cápsulas de balas, peines enteros sin disparar y
morteros quedaban esparcidos por el campo y la playa a entre los tojos y
cardos, que después los niños recuperábamos, pero esto lo contaré en otra ocasión
para respetar el orden cronológico. El caso es que al día siguiente, al
amanecer nos despertaba el ruido de las
armas con disparos de fusil y de ametralladora, luego silencio. luego ruido de
mortero, luego silencio y así los dos o tres días que duraban las maniobras.
Durante los silencios se oía el ruido del mar. Yo mismo entiendo que para quien
no haya vivido esta situación pueda parecer absurda, pero para mí, este recuerdo me
lleva a tiempos
muy felices porque
resultaba todo un espectáculo que se habría de repetir durante
algunos años.
Jesús Guimarey Mascaró
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