Hay días que es mejor no levantarse de la cama , quedarse bajo las mantas guarecida de todos los reveses del día a día.
Hoy fue un viernes
cenizo , que empezó con un traspiés ( saliendo del edificio ) para dar de
bruces con el vecino más huraño del contorno. Me empujó de malas maneras como
si me hubiese tirado a sus brazos, cual enamorada de novela barata, y casi
terminamos liándola parda porque ni tiene educación ni apunta maneras.
No sé si porque me
temblaba el pie en el acelerador o por estar pensando en lo soez del vecino en
cuestión, que calculé mal la salida del garaje y la columna salió del lado
izquierdo con ganas de arañar mi puerta con rabia mal fingida.
Fui por un regalo de
navidad encargado hace semanas, para llegar y resultar que me empaquetaron otro
por equivocación y me lo tuve que comer con patatas, porque no quedan días para
que llegue a tiempo a las Canarias.
En correos una fila de
esas que al verla preguntas : "¿ Qué regalan? "
Un pastizal para
mandar el juguete de marras, no sé si Santa sólo vende pasajes de
primera.
Al salir de la oficina, el coche atrapado entre dos . Ambos con intermitente, señal de que era para
poco tiempo y mi pobre tronco móvil era el queso en medio del pan .
Así la mañana. Esta
tarde mi cita con la doctora se alargó hasta el infinito porque también
atienden urgencias y claro , las uvas casi me dieron . Para más inri
...no estaba mi doctora y venga a explicarle el rollo desde cero.
En la farmacia(
la de guardia , claro. Coger el coche y tirar millas), no tenían el
medicamento hasta mañana . Bueno, no pasa nada , de vuelta para casa diez
minutos parada por un camión que no terminaba de girar .
Ahora falta la versión
noche que miedo me da.
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