Los demonios embargaron su alma, matando cualquier atisbo de cordura.
La oscuridad envolvió su mente, sumergiéndola en un mar oscuro. En la tempestad del mar las olas hablaban de sirenas y monstruos a partes iguales, con cuentos que alimentaban su creciente locura. En su infinita soledad buscaba algo por lo que seguir luchando, o simplemente darse el placer de abandonarse al abismo de la locura.
No hay mas fantasmas que aquellos que viven entro de ti, esos a los que temes y veneras. Fantasmas de miedo y muerte, fantasmas que en algunos momentos de tu vida alimentaste haciéndolos invencibles en tu interior. Ni un pensamiento coherente, ni una lágrima, ni súplicas. Sólo un guiñapo de todo lo que fue descansa en la alcoba, un cuerpo casi inerte esperando ese último aliento, ese hilo invisible que la mantiene al borde de su abismo personal.
Su vida se apaga, y con ella se va el dolor y la soledad. En las horas que fue velada muchas personas fueron a despedirla, pero casi ninguna de ellas fue a visitarla en sus últimos años. Que hipocresía, le damos mas importancia a la muerte que a la vida. No vengas a despedirme en mi partida, ven a acompañarme en el camino de mis días.
Acompáñame cuando podamos reír y llorar contigo, donde el tiempo aún valga la pena. El después ya no importa, ya no podré verte ni abrazarte. Regálame un poco de tu tiempo, yo te absuelvo de la despedida.
Paki Espiño, 2025
No hay comentarios:
Publicar un comentario