sábado, 15 de junio de 2024

SEIS PALABRAS Y UN SILENCIO


Las palabras sonaron a promesa y compromiso de formar una familia. Con lo justo y con lo puesto, pero el corazón rebosante de amor y felicidad.

El cura dictó un veredicto, veredicto con sabor a condena, hasta que la muerte os separe, veinticinco años más tarde casi se hace realidad su predicción. Separados por creencias y responsabilidades, así se fue forjando el día a día.

Mi pequeña María a sus veinte años no levantaba del suelo mas de un metro y medio, con carita de niña con la mirada inocente aún, sin saber nada de las maldades humanas. Allí estaba vestida de blanco, en el altar esperaba el que iba a ser su marido. Agarrada con fuerza del brazo de su padre caminaba insegura hacia un futuro incierto.

Soltó el brazo de su progenitor para agarrar la mano del que iba a ser su carcelero, un hombre doce años mayor que ella, con la mirada curtida por su mala vida que llevaba y que a partir de ahora tenían que compartir. No tardaron en llegar los hijos y con ellos los gritos, esos niños inocentes que también tendrían que pagar una condena por el hecho de haber nacido en ese hogar.

Pasaron los años, crecían los miedos, menguaron las fuerzas, pero el día llegó y la primera bofetada sonó en toda la casa que como un relámpago iluminó toda la estancia para sumirla después en una oscuridad eterna.

Solo era la primera de tantas que como una soga envolvía su cuello y no la dejaba respirar.

¿por qué me pegas?

¿si no me quieres por qué no te vas?

¿por qué no dejas que me vaya?

Eres mía hasta que la muerte nos separe, pero Dios quiso que fueras tú. Te fuiste en silencio, lleno de rencor, amargura y con tus sombras.

En casa aún resuenan las seis palabras, pero el silencio poco a poco va cobrando su lugar. Ahora en casa solo hay luz, luz de perdón y olvido.



Paki Espiño, 2024.


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