El comienzo de un nuevo año es un trampolín resbaladizo donde una pisa con la seguridad de que la caminata hacia el borde va a ser motivo para unas risas si lo convierto en un tik tok , amén del salto que me lleva fijo a una caída en plancha .
Lo bueno es que al menos voy convencida de que hay que tirarse a la piscina y sumergirse hasta el fondo para que en el impulso a la superficie quede atrás todos los motivos que juntos me noquearon el pasado año . Va a costar Dios y ayuda encontrar a la mujer que siempre encuentra una excusa para sonreír , aunque sólo sea para desorientar a todos mis fans confundidos , que se creen enemigos y no saben que sólo concedo el título cuando atacan de frente y sin intermediarios .
Estoy aburrida del rictus avinagrado que se me ha quedado maquillado en el rostro y de esconderme de la gente porque me cansan , pues para mí incredulidad llevo meses viendo a las personas sin máscara y ese don divino me desquicia , me roba la fe , me quita el sueño y hasta las ganas de comer ( que es de lo menos malo en los daños colaterales).
El detonante para esta conclusión de autoayuda es
un amigo que llamó hoy pidiendo mi auxilio y mi mente espesa no encontraba consejo , mientras mi cuerpo temblaba de puro miedo y aquí me encuentro ahora , tiritando de frío , con un bañador tres tallas más grande de lo que necesito (desde que la ansiedad me está esculpiendo como a una sílfide ) en el último escalón para acceder a la rampla y lo hago porque él necesita una mano fuerte y yo aspiro a superarme siempre y esta que aprieta los dientes y está sudando en frío por el salto , es una ridícula caricatura de mi misma , que avergüenza y entristece mi sentido consciente y me obliga a quitar el modo avión y sortear la tormenta con la batería a tope. ¿Quién dijo miedo?
~ Figueira
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