viernes, 3 de noviembre de 2023

SOY LUNA

 “Mi nombre es Luna… y me siento como su parte oscura,

la que no veis, la que no brilla,

la que está triste porque no recibe el abrazo del sol…

Eso pienso mientras viajo en este avión, en la oscuridad de la noche, y la observo…

No conozco mi destino, me encontraba ausente cuando adquirí el billete de solo ida; quiero desaparecer, desconectar del mundo…

Volveré cuando halle las fuerzas para hacerlo, cuando encuentre de nuevo la inspiración para poner fin a mi novela.

Cierro los ojos, y ruego lograr dormir el resto del viaje, cuando llegue será otro día, un día lleno de esperanza, de ilusión y de cambio”.

―Vaya, vaya ―dijo un joven mientras cerraba la libreta en la que había leído tal confesión―, así que eres escritora ―pensó en alto mientras contemplaba a la mujer que dormía en su sofá.

Ese joven la había salvado del ataque de unos individuos, tres hombres habían intentado robarle y agredirla mientras se dirigía a su hotel, y él la había llevado a su vivienda, una pequeña y acogedora cabaña junto a la playa.

Entonces volvió a mirar el móvil de ella, que había cogido en su mochila.

―No, no debería… ―Desvió un instante la mirada―. Esto no está bien, pero… ¿cómo voy a saber quién eres si no investigo algo?

Desbloqueó el móvil con la huella dactilar de ella y comenzó a curiosear, pero justo cuando lo hacía entró una notificación de Facebook.

―A ver… ―Buscó su última publicación―. Tu fruta favorita es la fresa y tu color el violeta… ―Volvió a mirarla de nuevo―. Y eres muy hermosa… Luna… ―Le tocó en la mejilla y ella reaccionó.

Abrió lentamente los ojos y él guardó el móvil, y se preparó para su reacción.

―¿Quién eres? ―miró a su alrededor, desorientada―, ¿dónde estoy?

―Tranquila ―se apartó un poco y ella se relajó.

―¿Qué hago aquí?

―A ver… Luna ―dijo él dudoso.

―¿Luna…? ―preguntó sorprendida, como si nunca hubiese escuchado ese nombre―. ¡Oh! ¡Dios mío! ¿Quién eres?, y… ¿quién soy yo? ¡No recuerdo nada!

―¿No recuerdas nada? ―preguntó él, atónito―. Verás, unos hombres te asaltaron mientras ibas a…

―¿Qué? ―interrumpió y se incorporó sin dejar de mirarlo―. No lo recuerdo. ―Cerró los ojos, llegando a apretar sus párpados con fuerza, pensando que con ese gesto el recuerdo vendría a su mente―. ¡No! ¡No recuerdo nada! ¿Y tú?, ¿quién eres?

Él la miraba inquieto, y por unos segundos permaneció bloqueado.

―¿Yo?, ¿no sabes quién soy? Soy, yo soy… ―Cogió aire y lo soltó lentamente―. Soy tu prometido ―aseguró con voz firme.

―¡¿Qué?!

Ella lo miraba con grandes ojos, tragó saliva, y se fijó en él. ¡¿“Ese hombre” era su prometido?! ¡¿Cómo podía haberlo olvidado?!, poseía una tierna y arrebatadora mirada de ojos azul cielo, sus labios incitaban al pecado y podía apreciar que bajo aquella ropa había un cuerpo de infarto. Le pareció perfecto, y él decía que era su prometido.

―¿En serio? ―preguntó aún confusa―, pero… no te recuerdo.

―Cariño, tranquilízate, seguro que fue por el golpe que te llevaste. Voy a… buscarte algo de ropa y damos un paseo. Tú espérame aquí, no te muevas, ¿vale? ―indicó con las palmas hacia ella.

―Vale ―dijo dudosa.

El joven se dirigió a su cuarto tranquilamente, pero en cuanto entró se puso como un loco a colocar la ropa de la maleta de ella en su ropero, arrancó la hoja con la confesión para guardarla en su cajón, del que cogió un cuadro en el que aparecía con otra mujer.

Su mundo pareció detenerse por un instante mientras contemplaba su rostro. «Tenías razón, me han regalado otra oportunidad», pensó.

En cuanto regresó a la realidad dejó la libreta en la mesita, escondió el cuadro en lo alto del ropero y corrió al baño a poner el cepillo de dientes junto al suyo. «Esta es la prueba infalible». Respiró hondo. «Bien, allá voy».

Cuando volvió al salón no la vio y por un momento pensó que se había ido, hasta que escuchó un ruido en la cocina, fue apresurado y se la encontró envuelta en la manta con la que él la había tapado, e intentaba hacer café.

―Ya lo hago yo, siéntate.

Ella se sentó e imaginó en su mente la vida con él, y se ruborizó al pensar en cómo sería en la intimidad.

―¿Estás bien? ―preguntó él mientras le servía el café.

―Eh…

―Dime. ―La miró fijamente y ella tuvo que relajarse para poder coger la taza.

―No sé ni cómo te llamas ―explicó nerviosa.

―Mason, ese es mi nombre.

―¿Y a qué te dedicas?, ¿y qué hago yo?

Él se quedó bloqueado, y ella lo miró extrañada.

―Verás, soy modelo y actor.

Levantó por un momento la camiseta para mostrarle el vientre, del que ella no perdió detalle, era tal como lo había dibujado en su mente: perfecto.

―¿En serio? ―logró preguntar―, ¿y yo?

―Eres… escritora.

―Escritora… ¿de qué?

―De romántica ―aseguró.

―Pero… ―dejó el café en la mesa y se puso en pie―, mira, a mí esto me resulta muy extraño, o sea, yo no recuerdo nada, ¿cómo es posible? Llévame al médico, por favor.

―Luna. ―Se acercó a ella y la cogió de las manos―. Yo te ayudaré a recordar, a recordar que tu fruta preferida es la fresa ―ella lo miraba enternecida― y el violeta es tu color favorito.

―Está bien… perdóname, solo estoy pensando en mí. Tú lo debes estar pasando fatal.

Él bajó la mirada para alzarla de nuevo y clavarla en sus labios.

―Sí, estoy deseando besarte…

Se acercaron lentamente y estuvieron a punto de besarse, pero sus labios solo llegaron a rozarse, pues él se apartó.

―Lo siento, no debí hacer eso, está mal ―se disculpó Mason, avergonzado―. Para ti soy un desconocido.

«Debería decirle la verdad», pensó, «esto no está bien, me estoy aprovechando de ella».

Ella no sabía cómo reaccionar, y deseaba recordarlo, pero por más que se esforzaba parecía imposible. «Debería besarlo yo, tal vez así lo recuerde».

―Mason…

―Tranquila, esperaré. ―Le acarició la mejilla―. Vamos a dar ese paseo.

―Vale.

Le enseñó el pueblo y luego caminaron por la playa, se divertían mucho conversando. Parecían estar hechos el uno para el otro, a pesar de que todo estuviese basado en un engaño.

Él la miraba ilusionado, y ella… encandilada, no era capaz de entender por qué no recordaba nada de ese hombre. Era maravilloso, educado y todo un caballero, además de muy guapo.

El tiempo a su lado pasaba veloz, pero tuvieron que abandonar la playa y correr a la cabaña debido a un repentino diluvio.

Cuando entraron estaban totalmente empapados, pero sonreían, entonces él en un gesto instintivo, cogió su cara entre sus manos para besarla, y esta vez nada lo pudo detener, se fundieron en un sensual y largo beso; su primer beso.

Al separarse, ella sonrió.

―No sé cómo pude olvidar esto.

―Luna, yo…

―Vuelvo en un momento ―dijo pícara.

―Espera…

No lo escuchó, fue directa al cuarto para secarse un poco el pelo y mirarse al espejo, quería estar hermosa para él, pero, algo llamó su atención, un papel sobresalía de la mesita de Mason, se acercó y abrió el cajón para ver esa hoja.

Empezó a leerla y su piel se erizó al instante, no entendía qué ocurría, los recuerdos golpeaban su mente con cada palabra que leía. Recordó haberla escrito en el viaje, y vio toda su vida en un instante.

Ya sabía quién era, y ya sabía qué hacía en esa isla, de la cual desconocía el nombre.

―Dios mío… ―Se dio la vuelta despacio y tras ella se encontró a Mason―. ¿Quién eres…?

Retrocedió un par de pasos, asustada, ¿tal vez sería un asesino o uno de esos hombres que la habían agredido? «Por eso no me ha llevado al hospital», pensó mientras su cabeza buscaba una explicación para lo que allí ocurría.

―Por favor, no te asustes ―rogó él.

―¿Qué es lo que pretendes? ―preguntó inquieta.

―Luna, yo…

―¿Cómo sabes cuáles son mi fruta y mi color favoritos?

―Lo leí en tu Facebook ―confesó avergonzado mientras le entregaba el móvil.

―¡Oye, estás muy loco! ―su voz sonó amenazante―. Voy a llamar a la policía.

―Luna… yo… he perdido a mi mujer hace tres años, también la asaltaron, pero… ella… ―Sus ojos se humedecieron y se mordió el labio inferior―. La perdí… y… se me congeló el corazón… ―Ella lo escuchaba, inquieta―. Entonces… te salvé de esos maleantes, y cuando leí tu nota, te entendí…, tú solo querías desaparecer, como yo, que vine a esta isla a olvidarlo todo… y cuando me dijiste que no recordabas nada… ―esbozó una suave sonrisa― se me ocurrió esta locura… y pensé… un modelo y una escritora, a lo mejor podría ser yo tu inspiración…

¿Qué hará Luna? ¿Se quedará con ese desconocido en una cabaña con vistas al mar?

¿Se convertirá él en su inspiración?

¿Qué harías tú?

 Nora K. Rose



No hay comentarios:

Publicar un comentario