Hacía tiempo que no sentía ese frío calor en su pecho. Ese es el verdadero sentido de la música, convertirse en el cobijo del vagabundo. El dolor dejó de importarle. Seguía temblando, pero no le preocupaba. Se hizo un ovillo en el suelo aferrándose a sus auriculares y cerró los ojos mientras una sonrisa se formaba en su rostro.
Iria Martínez
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