Hace varias semanas fuí a visitar a Juan y a Antonia. Como he explicado en otros relatos, viven en la montaña, la "Galicia profunda" (como la llaman algunos intelectuales), lejos del tumulto humano, en una preciosa casa, con sus animales, y sus frutales plantados en una huerta con vistas a un parecido paraíso montañoso, encantador.
Llevan ahí tantos años que apenas conocen el mundo exterior, (ni falta que les hace) .
Pero la avanzada edad de los dos, va pasando una factura indeseable, cansados de la rutina y trabajo duro, y Antonia me ha comentado que pensaron en vender la casa para irse a vivir a la "jungla humana" con su hijo, o para una residencia de mayores.
Yo aún les veo con fuerzas, y en contra de mi voluntad, Antonia me pide que le ayude a vender la casa y le prepare un dosier para exponer en Internet, pero con la condición que ofrezca algo romántico, soñador.
Aparte de alguna maravillosa fotografía, mi dosier contenía la siguiente frase:
"Vendo un pedacito de cielo, adornado con bellos árboles frutales y de maderas finas, donde todos los dias las aves ofrecen conciertos con sus mejores cantos, y un cristalino cenote con el agua más pura que jamás hayan visto".
Ayer Antonia me ha llamado muy animada y me anuncia lo siguiente:
"Querido amigo: Hemos decidido no vender, después de leer el aviso que usted me hizo, comprendí que tenía el lugar más maravilloso de la tierra y que no existe otro mejor..."
Yo he sacado la siguiente conclusión:
Moraleja: No esperes a que venga un poeta para hacerte un aviso que diga lo maravillosa que es tu vida, tu hogar, tu familia y lo que con tanto trabajo hoy posees.
Lino Saborido.
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