Querida maestra de la lírica,
de inteligencia matemática,
de sonrisa digna de 
nominación al Óscar.
Tengo en casa varios
espejos
y en el armario
distintas tallas
para  la medra
y  la mengua .
Así que sus observaciones
hacia el cuerpo
de mi persona 
no me bajan de las nubes 
ni me arrastran  a la  realidad.
Podría usted  recomendarme
un gimnasio
y yo poner en sus  manos
un anti arrugas ,
porque a la velocidad 
que ensancha mi barriga
se le achucha a  su beldad
esa cara  de marisabidilla.
Quede pues aquí expuesto
que no son molestos 
sus piropos
pero que en educación
se gana un cero .
Mano Figueira
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