domingo, 8 de mayo de 2022

MI PASEO ENTRE VIVOS Y MUERTOS

 Hace unos días, como de costumbre semanal, inicié mi caminata habitual, con algún trote forzoso para que favorezca mi forma física y riego sanguíneo. 

Nada más salir de casa, veo un enfrentamiento dialéctico entre dos señores, con intentos de agresión, dos gallitos que habían tenido un roce con sus coches, que realmente no aparentaba siniestro de gravedad alguno. 

Me adentro por el "camino de cabras" -como yo he bautizado-,  por la dificultad de la cuesta llena de piedras. Al fondo, en una finca, escucho el jolgorio, griterío de dos mujeres enzarzadas en una pelea, 

Intercambiando insultos de innumerables colores. 

Voy al encuentro para que la sangre no llegue al río y me interpongo en medio de las dos para intentar dar por finalizado el combate.  No fui muy acertado porque la más corpulenta me dio un zurriagazo como dios manda en la cara.  De pronto, se acercó también un hombre de una finca cercana, y finalmente pudimos dar por terminado el último asalto. 

Al parecer -según me comentó el señor-, una de ellas le sustrajo alguna fruta de la finca de la contrincante.  ! Meu deus, o que chegamos por unha fruta! -me comentó mientras nos alejábamos del ring-. 

Seguí mi camino hasta el cementerio, esperando sorpresas más agradables y no encontrarme con tanta humanidad de discapacidad intelectual o moral. 

Tengo una costumbre un poco rara, extraña, hasta macabra, o como ustedes quieran etiquetar: me gusta pasear por el cementerio, me encuentro cada vez con fotos funerarias de personas que había conocido hace muchos o pocos años, comprobando su edad en la que fallecieron, y algunos otros datos sorpresivos. 

Ese silencio que marca mi camino por el sendero de los muertos me sosiega, me llena de paz, todo lo contrario de vivir entre muchos vivos, entre violencia y gritos, porque todos vamos terminar en uno de estos habitáculos de tres pisos. Diferentes en la vida, iguales en la muerte. 

Me resulta chocante e irónico, hasta gracioso, ver dedicatorias a los muertos en las lápidas, y que de vivos, a la mayoría  jamás le habían dedicado ciertas palabras: 'Recuerdo de tu esposa que te quiere',  'Tu esposo, te quiere y no te olvida',   'Inolvidable la huella que dejaste en nuestros corazones', etcétera,  y así tanta poesía con ternura en la muerte que no ha sido dedicada en vida.

No importa cómo muere un hombre, sino cómo vive.

La muerte no es la mayor pérdida en la vida, la mayor pérdida es lo que muere dentro de nosotros mientras vivimos. 


Lino Saborido






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