Bajó del coche agobiada porque llevaba veinte minutos dando vueltas para poder aparcarlo .
Tenía que llegar al edificio, dejar la encarga en el quinto piso y volver al trabajo para que le diese tiempo a preparar la comida e irse a buscar a los chicos al instituto.
Cuando subió a la acera y picó el paso ya se dio cuenta de que aquel barrio de edificios oscuros y basura por las esquinas era habitado por gente desempleada y pandillas que se metían en multitud de problemas.
Eso la determinó más a acelerar el paso y salir de esa zona antes de que le robasen las cuatro ruedas del auto, o la asaltasen a punta de navaja.
El número cuarenta y seis apareció ante ella como un monstruo de ladrillos rojos y cristales rotos , haciendo que comprobase la dirección por si tenía que rectificar el destino, pero no , los datos estaban en negrita y con mayúsculas .
Llegó al ascensor desvencijado y pulsó para que se abrieran las puertas. Al entrar en él , una niña de unos seis años estaba en un rincón de espaldas con la cabeza gacha , llevaba un vestido que en sus primeros tiempos podría haber sido blanco , el pelo enmarañado le cubría toda la espalda y los pies calzaban unas chanclas casi sin suela dejando ver unos pies pequeños y sucios de tierra .
Ella pulsó el botón para subir al quinto y al comenzar a ascender , saludó a la chiquilla que ni se inmutó , pareciendo un maniquí , completamente estática y carente de la curiosidad de su edad.
El ascensor abrió sus puertas con un gruñido quejumbroso y ella casi corrió a llamar en la puerta B, que se abrió al cuarto timbrazo, dando paso a una anciana de cara sonrosada y expresión alegre que contrastaba con el decorado deprimente de su alrededor.
Le entregó el paquete, la anciana garabateó su firma en el impreso se despidieron educadamente y desanduvo el camino para poder regresar .
Optó por bajar por las escaleras , no quería volver a compartir espacio cerrado con aquella niña silenciosa.
Y a la altura del entresuelo se la encontró sentada con la cabeza agachada entre sus rodillas y sus pequeñas y sucias manitas se deslizaban por su cabello , tirando de unos mechones negros.
Quiso saltar juntos dos escalones para esquivarla y no decir nada , pero algo ( quizás su educación) la hizo detenerse y preguntar:
- Hola,¿ vives aquí? Te saludé hace un rato en el ascensor.
La chiquilla siguió su rutina sin ni siquiera alzar la mirada hacia ella.
Eso la motivó a seguir , pero justo cuando terminaban las escaleras y la puerta principal estaba abierta a la calle, una voz de mujer adulta la llamó por su nombre y sorprendida se giró en redondo para encontrarse frente a frente con aquella criatura de pie , mirándola fijamente , de ojos negros como ópalos , grandes y desafiantes .
Giró la cabeza a un lado y a otro buscando a la dueña de la voz que unos segundos antes la había detenido por su nombre .
No había nadie, salvo la niña que le sostenía la mirada sin pestañear , un frío impropio de aquella mañana veraniega, trepó por su espina dorsal y erizó el bello de sus brazos que frotó inconscientemente .Gritó :
- ¿ Quien me llama?
Obteniendo más silencio por respuesta.
Se dispuso a salir y a la altura de la puerta con un pie ya fuera del rellano , la voz anterior volvió a llamarla por su nombre.
Se giró curiosa y sólo vio a la misma niña .Se la quedó mirando intentando hacer razonar a su mente , buscando la lógica de aquella extraña situación y se atrevió a preguntar a la chiquilla con voz temblorosa:
- ¿Has sido tú quien me llamó?
Y la boca de pequeños labios morados se abrió para dar paso a una voz de hombre que le gritó :
- Te he esperado cuarenta y dos años y hoy vienes a mi.
La mujer con ojos como platos y el corazón desbocado queriendo escapar por su garganta salió trastabillando y en medio de la solitaria calle , con un sol de infarto se derrumbó en el suelo perdiendo el conocimiento.
Mano Figueira.
No hay comentarios:
Publicar un comentario