El ser humano es el depredador único de su misma especie, el más egoísta. El egoísta sería capaz de pegar fuego a la casa del vecino para freír un huevo.
Mi psicólogo imaginario me aconseja cientos de veces no depender de nadie, seguir mi camino con mis ilusiones y proyectos, sin importar lo que digan y piensen los demás, porque a los demás solo les importa su bienestar y señalar calamitosamente a los que pasan por su mente para tapar sus propios defectos.
Todos nacemos sin traer nada y nos morimos sin llevarnos nada, y aun así seguimos luchando para ser dueños de todo que podamos arrebatar. El día de tu muerte sucederá que lo que tú posees en este mundo pasará a manos de otra persona. Pero lo que tú eres será tuyo para siempre. Diferentes en la vida, los hombres son iguales en la muerte. La pálida muerte lo mismo llama a lo los humildes que a las torres de los reyes. Todos vamos a morir independientemente de nuestra posición social y económica, esto es algo en lo que todos somos iguales.
A los muertos no les importa cómo son sus funerales. Las exequias suntuosas sirven para satisfacer la vanidad de los vivos. Vivir y morir en paz no tienen precio, pero sí mucho valor.
No es la vida la que separa a la gente, es la maldad, la hipocresía, la traición, el egoísmo y la falta de respeto. Encontrar un placer malsano en turbar la alegría de los demás es lo más bajo que puede caer el ser humano.
Grande es aquel que para brillar no necesita apagar la luz de los demás.
Lino Saborido Rial
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