¡Calla, Querubín!
no cuentes de mi
aquello que me atormenta
porque me amarra
a esta tierra
y no me deja volar.
Deja mejor que me vaya
en silencio
dejando una estela de misterio
que tú no vas a desvelar.
Puede que con tu bondad
yo pueda soñar
y quizás por pleitesía
de quien te dotó de tal gracia
pueda un día ser feliz
y no tener que callar.
Mano Figueira
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