Ahora en estas fechas navideñas, reiterando la celebración por siglos del nacimiento de un niño que nació hace poco mas de dos mil años -al que nadie sigue sus consejos de bondad-, muchos nos repartimos paz y amor, otros siguen apretando el gatillo de las guerras interminables, otros –como ladrones de guante blanco- multiplicando sus deseos que conllevan la pobreza a los más pobres, pulsando una tecla para que el sistema reproduzca más desigualdad y pobreza.
“Demasiados en la tierra para odiarnos tanto, y muy pocos para amarnos.”
En este planeta, donde nos creemos los amos del universo, se prolonga la existencia de recursos y alimentos para avituallar equitativamente a todo ser humano, para que todos dispongamos del sustento de un plato de comida diario, un techo donde poder dormir, de una asistencia médica ecuánime e ilimitada, y para que varios niños no se mueran de hambre cada segundo por falta de todos esos recursos, situación desgraciada e inhumana que está sucediendo, pero que preferimos cómodamente mirar hacia otro horizonte para no sentirnos aludidos ni responsables de tales desastres.
Pues créanme, todos somos responsables. “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.”
Todo lo que se come y gasta sin necesidad, se le roba al estómago de los pobres. La avaricia del ser humano no tiene fundamentos humanamente razonables ni límites esperanzadores.
Más del 30% de dinero y patrimonio que existe en este planeta, -grandes sumas escondidas en cuentas secretas- ha sido obtenido por medio del narcotráfico, esclavitud, prostitución ilegal, corrupción política, apropiaciones de la Realeza y adquisiciones de sectas religiosas.
Ejemplos palpables desde tiempos de antaño señalan claramente a la realeza, usurpadores reinados que siguen adquiriendo propiedades y títulos nobiliarios bien gratificados a cuenta de los plebeyos, y alguna que otra religión, gerentes de las Sectas más grandes de la historia, parida de la Santa Inquisición y Opus Dei, el otro opio del pueblo ignorante, dueños de un incalculable patrimonio, robado durante siglos al pueblo.
Las personas no nacen con la desigualdad, sino después de que se compara con sus semejantes y se percata de sus diferencias, es cuando entonces desgraciadamente se pierde la igualdad del ser humano.
La desigualdad debe su fuerza y su aumento al desarrollo de nuestras facultades, al progreso del espíritu humano, y al vicio capital de los famosos pecados capitales, con un fin excesivamente deseable, y se hace finalmente legítima por la institución de la propiedad y las leyes.
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