Cuando un navío zarpa de puerto se siente una
sensación de libertad como en ningún lugar de la Tierra, y este ha sido el caso
del “Normann Galaicus” al levar anclas en el puerto de Saint Nazaire en la
Bretaña francesa, para hacerse a la mar.
Como una hora más tarde ya no se alcanzaba a ver tierra hacia ningún
punto cardinal que se mirase.
Aquel ferry con una
carga de camiones y turismos puso rumbo al puerto de Vigo en el Finisterre
español como le llaman los franceses. El mar estaba en calma, solo había un
pequeño oleaje pero según se adentraba el buque en el mar Cantábrico aquellas
olas iban en aumento, no tardando en comenzar el típico vaivén del barco,
habiendo pasajeros a bordo que embarcaban por primera vez, lo cual se nota en
el nerviosismo de dichas personas, que no consiguen mantenerse de pie y otras
que se marean con cierta facilidad.
Al cabo de unas
seis horas de navegación comenzó a arreciar el viento por barlovento, por
consiguiente aquel gran navío tuvo que aminorar la marcha, pues cuando abordaba
alguna ola,( las había hasta de seis metros)
aquello era el infierno.
A la altura de
Finisterre las olas alcanzaban los ocho metros pasando estas por encima del
navío con tal furia que arrancaban todo lo que encontraban a su paso, han sido
momentos realmente peligrosos tanto para la tripulación como para el pasaje.
El mar se fue calmando según se iba alejando
el temporal dirección noreste, pero el susto quedó patente como tantas otras
travesías por esta ruta, volviendo a navegar el ferry a una velocidad de unos
veinte y dos nudos por hora.
El mar... La mar devolvió su libertad habitual
a todo aquel que quiso apreciar la belleza de dicha palabra, arribando a la
ciudad de Vigo unas veinte y ocho horas después de haber zarpado del puerto de
procedencia.
Mar y libertad, ¡sinónimo de grandeza!
Miguel Alberto,2023
No hay comentarios:
Publicar un comentario