miércoles, 1 de febrero de 2023

EL MÓVIL DEL MUERTO

 Estábamos enterrando a un amigo, cuando un teléfono móvil interrumpió con su sonido la fúnebre ceremonia. 

Tras un breve intercambio de miradas reprobatorias, comprendimos que el ruido procedía del cadáver, cuyo féretro había sido abierto para que el finado recibiera el último adiós. 

La viuda, con más inconsciencia que valor, se inclinó sobre el muerto y sacó el teléfono de uno de los bolsillos de la chaqueta. 

“Diga,” pronunció. 

No sabemos qué escuchó al otro lado, pero la vimos palidecer y gritar enseguida: “Fernando falleció ayer y usted es una zorra que ha destruido nuestro hogar.” Dicho esto, interrumpió la comunicación y devolvió el artefacto a su lugar.

Al abandonar el cementerio, supe por alguien de la familia que había sido deseo del propio Fernando ser enterrado con su móvil,. 

Como es costumbre, me dirigí en compañía de los más íntimos a casa de la viuda, para darle consuelo. Ella nos ofreció un café, que estábamos saboreando mientras hablábamos de cosas intrascendentes, cuando sonó el teléfono. 

Tras unos segundos de terror, los presentes alcanzamos un acuerdo tácito: nadie había oído nada, ningún sonido de ultratumba se había colado en aquella reunión de amigos. 

Después de diez o doce llamadas, el aparato enmudeció y la propia viuda se levantó a descolgarlo. “No estoy para pésames,” dijo.

Aquella noche, a la hora en la que los insomnes suelen descabezar un sueño, me levanté, fui al teléfono y marqué el número del móvil de Fernando. Lo cogieron al primer pitido, pero colgué antes de escuchar ninguna voz. Sólo quería comprobar que el infierno existía. 

LSR.




No hay comentarios:

Publicar un comentario