La primera
vez que embarqué un camión ha sido en Algeciras sobre el año 1976 aproximado,
en el transbordador Virgen de África de Transmediterránea, un ferry de unas
tres mil toneladas de registro bruto y unos cien metros de eslora.
En cuanto subí a bordo se me acerca un chico
marroquí para venderme baratijas ---haciendo honor a su nombre, sin ninguna
utilidad- pero él insistía una y otra vez hasta que atracamos en el puerto de
Ceuta y desembarqué, creyendo que ya lo había perdido de vista. Sin embargo, a
la vuelta volvió a aparecer a bordo intentando ganarse su jornal.
Hay momentos en la vida de una persona que son
inolvidables y este viaje ha sido uno de ellos: en cuanto desembarco, me dirijo
a la descarga que, según recuerdo, era en el barrio de Hadur o algo así.
En el almacén no había elevador, por tanto la gente tuvo que hacer el trabajo a
mano, unos seis hombres cantando y trabajando, andaluces y marroquíes, sobre
unas seis horas, y el jefe apurándolos pues yo tenía que coger el mismo ferry
de vuelta para la península.
Cuando
llego de vuelta al puerto y como tenía un tiempo de espera, aproveché para
comprar en las tiendas y adquirí unas ocho o diez calculadoras solares de
bolsillo, dos de las cuales nunca funcionaron. Vendí el resto excepto una que llevé conmigo en el camión durante treinta
años sin averiarse. Era de la marca
Sharp,
(que por aquel entonces no se conocía en la
península).
La siguiente anécdota sucedió durante el desembarco
en Algeciras. Me dice el agente de la guardia civil: súbase a la caja a ver
si viene alguien escondido de polizón. Me subo y compruebo que junto a la
lona del camión se acurrucaba el chico
que había estado todo el viaje intentando venderme algo, ¡hay gente que tiene
difícil ganarse el pan de cada día!
Años más
tarde este problema de la migración se hizo mucho más grave como todos sabemos.
Pero el
dichoso viaje todavía me deparó otra anécdota más. De vuelta en la península me
dirijo a cargar vacas bravas a Cazalla de la Sierra para As Pontes en Coruña. Después
de haber salido de la finca enfilo camino del norte sin detenerme demasiado por
el calor que hacía, y llegando a Mérida me detiene en un control la G. civil y se
me requiere la hoja de ruta sanitaria, cuya existencia yo desconocía por completo.
Después de varias llamadas y una media hora de discusión, me autorizan a
continuar el viaje; estábamos en pleno verano y el ganado no podía estar mucho
tiempo en el camión por lo que esa noche debí dormir unas dos o tres horas y
vuelta a arrancar.
Ese segundo
día bajando el puerto de Pedrafita do Cebreiro las vacas revientan una puerta y
saltan dos a la carretera, ¡menos mal que las otras debieron asustarse y se
retiraron hacia el otro extremo de la caja!, y con la ayuda de los vecinos de
los alrededores conseguimos que subieran de nuevo al camión. ¡anécdotas de la vida!
Miguel
Alberto,2022
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